viernes, 22 de enero de 2010

La carga más pesada.

Ha sido una casualidad que los dos últimos libros que he leido hablen en su mayor parte sobre el miedo a la muerte. Tanto - Ruido de Fondo - de Don Delillo como - La Insoportable levedad del ser - de Milan Kundera, esconden tras sus páginas un miedo acojonante hacia palmar. Hacia Diñarla. Miedo a cerrar los ojos para siempre y pasar por la vida como si nada.

Leer estos libros me ha recordado una época de mi vida en la estaba todo el día obsesionado con el tema. Sobre todo por las noches. Tenía mucho miedo a dormirme por si no me levantaba nunca más, así que me ponía a pensar en las cosas que tenía que hacer antes de BYE BYE.

Hoy hace justo una semana que mi abuelo murió. Fuí el último en despedirme de él en el horrible cristal que te separa del ataud y me sorprendí mucho diciéndole: "Ojalá lleves tú la razón y nos volvamos a ver algún día".

A veces siento envidia de los católicos, de los musulmanes, de los indues y de los skaters que saben hacer un Ollie vertical de medio metro.

Todos, a excepción del skater, creen firmemente que cuando mueran vivirán alguna otra historia. Lo del skater es simplemente envidia por que sabe hacer algo que yo no.

Punto.

miércoles, 20 de enero de 2010

¿Por qué me creo mejor?

¿Son mejores los libros que la Televisión?

¿Es mejor la verdura que la carne?

¿Es mejor ahorrar que gastar?

¿Es mejor el jazz que la música de OT?

¿Es mejor irse de vacaciones a Japón que a Benidorm?

¿Es mejor Barcelona que Madrid?

¿Es mejor el Mac que el PC?

¿Es mejor Proust que Stieg Larsson?

¿Es mejor el Whiskey que la Ginebra?

¿Es mejor ir andando que en coche?

¿Es mejor lo Retro que lo actual?

¿Soy mejor que tú?

¿Por qué?

martes, 19 de enero de 2010

Mi abuelito se ha ido.

Se llamaba Ramón, aunque el día antes de su entierro me enteré de que su segundo nombre era Guillermo porque lo ví en una pantalla en el Tanatorio de Ciudad Real. Su familia venía de un pueblo de Toledo llamado Escalona de Alberche donde su madre, una mujer muy seria y trabajadora, regentaba una posada.

Mi abuelo siempre fué un señor muy duro y recto. Mamá cuenta que cuando era pequeña no paraba de castigarle y de hacerle la vida un poco imposible. Eran otros tiempos en los que ser frío y seco eran grandes virtudes.

Hizo el servicio militar en Madrid. Allí aprendió a trapichear con días de permiso y cigarros hasta ganarse cierto respeto. Le encantaba ir al Teatro y siempre iba a la parte de atrás donde vendían entradas para la CLÁ. He deducido que "La Clá" viene del inglés CLAP. Allí las entradas eran más baratas y se las vendían a estudiantes a los que no les importaba aplaudir como locos desde las primeras filas aunque la Obra fuese un coñazo infumable. Mi abuelo se ha ido pensando que todavía sigue existiendo la Clá y que yo soy un inutil por no encontrarla.

Empezó a estudiar medicina pero la guerra paró su carrera en seco. Nunca estuvo en el frente por su condición de estudiante de medicina, pero tuvo que asistir a un acto simbólico de entrega de armas en la plaza de toros de Ciudad Real, cosa que le jodió bastante.

Conoció a mi abuela que era una chiquilla rubia, pálida y nueve años menos que él. Se casaron y tuvieron dos hijos. Mi abuelo estudiaba a todas horas porque nunca se conformó con los trabajos que le iban saliendo. Era contable en un almacén, hacía las veces de practicante y daba clases particulares de dibujo lineal y cálculo.

Estudió tanto que acabó dirigiendo la Escuela de Ingenieros Técnicos Agrícolas de Ciudad Real y la Cooperativa de San Isidro Labrador. Todo, todo, todo se lo curró él solito. Su familia nunca tuvo un duro.

Sé que tiene acciones, un terreno de unas 60 hectáeras y unas cocheras en Ciudad Real.

Cuando yo era pequeño y nos íbamos de vacaciones al chalet durante todo el verano yo tenía la absurda costumbre de hacer caca en los zapatos de mi abuelo. Los buscaba por toda la casa y me cagaba. También me gustaba espiarle por la ventana cuando se cambiaba porque le daba mucha vergüenza y era muy pudoroso. Yo creo que en el fondo quería mortalizarle. Verle sin traje y corbata. Sin tanta seriedad y rectitud.

La vida nos ablanda a todos y mi abuelo no iba a ser menos. Acabó siendo un cacho de pan. Un oso panda. Un almohadón con forma de corazón de esos que te tocan en las tómbolas de la feria. Le encantaba estar con sus nietos y no paraba de hacernos regalos que se superaban cada año. Todavía recuerdo las buenas nochebuenas y nocheviejas que me pegué con sus sobres en el bolsillo. Además también se iba un mes antes por todas las tiendas de "veinte duros" a comprarnos regalos absurdos y encantadores. Una vez me regaló una daga que todavía conservo.

Luego descubrí que mi abuelo hablaba y mucho. Pasamos largos ratos hablando de libros y de sus vivencias por Madrid. Mi abuela descubría cosas nuevas cada vez que yo aparecía por casa y ponía caras de adolescente celosa.

Cada noche, cuando los dos estaban en la cama, mi abuelo agarraba la pierna de mi abuela y le decía: "estas piernas..."
Luego se daban la mano y se dormían. Así más de 60 años.

Mi abuelo murió con los labios de mi abuela sobre los suyos.

Siempre serás un señor Agüe.
Nunca te lo dije en vivo pero te quiero.